Una persona busca ayuda a través de la psicoterapia por diferentes motivos: presenta síntomas psíquicos o somáticos de diversa índole (como ansiedad, depresión, estrés, dolor corporal o emocional), alberga sensaciones molestas más difusas (como sentirse desgraciada, incapaz de manejar sus conflictos relacionales, desvalorizada), presenta problemas y conflictos de relación que no sabe cómo resolver, se encuentra en una crisis existencial (se hace preguntas sobre el «sentido de la vida») o bien desea realizar un proceso de crecimiento o autoconocimiento. Sin que la persona lo sepa, la causa principal de su sufrimiento se debe a la utilización casi permanente de mecanismos de defensa, los cuales no sólo le impiden resolver sus dificultades sino que son precisamente la causa profunda de ese sufrimiento (la fuente de su producción), los responsables de su desgracia personal. Estos mecanismos son en su mayoría inconscientes y son actuados de manera automática, de modo que han llegado a convertirse en los rasgos del carácter: son las conductas, actitudes, manías, hábitos, costumbres, formas de pensar y reflexionar, de sentir, de moverse, las creencias, los sueños, los ideales, la moral, los valores; en definitiva, la forma de ser y de conducirse por la vida. En palabras de Wilhelm Reich: “El carácter es en sí mismo el trastorno fundamental, no se hará ningún progreso mientras que el paciente no pueda cobrar consciencia de ello”.
Las personas hemos construido ese entramado defensivo a lo largo del crecimiento (gestación, infancia y adolescencia) para adaptarnos a un entorno que dificultaba o no favorecía la normal maduración y el saludable desarrollo de los impulsos instintivos y las capacidades/habilidades. El sistema defensivo permitió la adaptación a un contexto hostil (de alguna forma nos «salvó la vida») pero lo hizo a costa de restringir, limitar y en muchos casos cercenar el libre fluir de los impulsos y las emociones, así como de su expresión espontánea, lo cual puede llegar a suponer una pérdida significativa de contacto con nosotros mismos, la pérdida de nuestra inocencia. Esto nos puede conducir a sentir que «la vida carece de sentido», que no vivimos plenamente o que la vida «pasa sin mí».
Con el proceso terapéutico se intentará ayudar al paciente a identificar y desmontar ese sistema defensivo que le mantiene alejado de sí mismo y del entorno (en cierta medida de la realidad) a través de la conexión con los episodios infantiles traumáticos ante los que lo edificó, para procurar una reparación de aquel daño. A partir de esa reparación, la persona puede acercarse a adquirir mayor responsabilidad sobre sus actos y a tener más claridad respecto al verdadero origen de su malestar.
El trabajo se basa en una relación terapéutica humana e implicada, en una elaboración no interpretativa del material que presenta el paciente (sus problemas, inquietudes, preocupaciones, conflictos, etc.) y en una búsqueda persistente de la sincronía entre todos los niveles: psíquico, corporal y emocional. Su objetivo es llegar al núcleo de los conflictos y transformar la personalidad.
Los antecedentes históricos que han inspirado a Marc Costa para crear y desarrollar este método terapéutico (dotado de una Teoría y una Metodología propias y originales) se remontan a los planteamientos dinámicos de S. Freud y a las aportaciones caracterológica y energética de W. Reich (que es la referencia indispensable para las terapias psico-corporales de carácter profundo), así como a los postulados de la Psicología del Yo (A. Freud) y de las Relaciones objetales (R. Fairbairn), la Teoría del Apego (J. Bowlby) y el Psicoanálisis relacional (S. Mitchell), la Psicología Evolutiva (J. Piaget), la Teoría general de Sistemas (L. von Bertalanffy), la Teoría Holográmica (K. Pribram) y los principios de la Psicología Humanista (C. Rogers).
Marc Costa, fundador de ETIP
Tras acabar sus estudios de Psicología en la Universidad de Barcelona a finales de los años 70, comenzó a trabajar como terapeuta privado. Inmediatamente surgió la inquietud de ampliar su formación, y viajó a varios países europeos para realizar cursos y asistir a congresos de diversas modalidades terapéuticas. Pero fue en su primer viaje a los EE.UU. cuando recaló en el Instituto Esalen, en California, y conoció las terapias psicocorporales postreichianas (Vegetoterapia, Bioenergética, Biosíntesis, etc.) así como las humanistas-existencialistas (Gestalt) y las energético-corporales (Rolfing, Integración postural, etc.).
Como fruto de un intenso estudio e investigación con base en su práctica clínica, fue desarrollando un cuerpo teórico y unos principios metodológicos propios que acabaron cristalizando en la creación de la Integración psico-corporal. Fundó y ha sido director de la ASOCIACIÓN CATALANA DE TERAPIA EN INTEGRACIÓN PSICO-CORPORAL (ACTIP) y de la ETIP, combinando su labor terapéutica y la formativa de manera ininterrumpida durante más de tres décadas.